Los sistemas contra incendios son componentes clave en la protección de estructuras y personas. Estos sistemas están diseñados para detectar, controlar y extinguir incendios de manera eficiente y automática. Sin embargo, existe mucha confusión respecto a cómo funcionan y cuándo se activan. Muchas personas piensan que estos rociadores responden al humo, pero la realidad es que se activan solo ante el calor excesivo. Este artículo explora cómo funcionan estos sistemas, desde su activación hasta las temperaturas específicas que desencadenan la liberación de agua, y cómo su correcto funcionamiento es crucial en la protección de bienes y personas.
Los sistemas de rociadores contra incendios utilizan tecnología avanzada para detectar incendios y responder rápidamente, minimizando los daños y protegiendo la vida humana.
El proceso de activación es altamente efectivo debido a su simplicidad mecánica, lo que reduce el riesgo de fallas.
El componente principal de un rociador contra incendio es el bulbo de cristal que contiene sustancias químicas. Estos bulbos están diseñados para reaccionar al calor generado por un incendio. A medida que la temperatura en el área circundante aumenta debido al fuego, el calor se transfiere al bulbo, lo que provoca que las sustancias químicas en su interior comiencen a evaporarse.
El aumento de la temperatura provoca que las sustancias químicas dentro del bulbo generen presión. Cuando la presión alcanza un nivel crítico, el bulbo de cristal se rompe. Es en este punto cuando se abre la válvula del rociador, permitiendo que el agua fluya libremente hacia el fuego. Contrario a la creencia popular, los rociadores no se activan debido al humo, sino a la temperatura extrema que genera el incendio.
Cuando el bulbo se rompe, el agua comienza a fluir desde el sistema de tuberías hacia el área afectada por el fuego. El diseño del rociador asegura que el agua se libere de manera controlada, cubriendo el área circundante y sofocando las llamas. La cantidad de agua liberada depende del tipo de rociador y del tamaño del área que está protegiendo.
Este proceso garantiza que solo los rociadores cercanos al foco del incendio se activen, evitando que se libere agua innecesariamente en otras áreas del edificio.
La activación de los sistemas contra incendios depende principalmente de la temperatura ambiente. Un rociador estándar está diseñado para activarse cuando la temperatura en el área supera los 57°C. Sin embargo, existen variaciones en la temperatura de activación según el tipo de rociador y el entorno en el que está instalado.
Algunos sistemas están diseñados para activarse a temperaturas relativamente bajas, como 57°C o 68°C, que son ideales para áreas donde se espera que los incendios se propaguen rápidamente y donde se necesita una respuesta inmediata, como almacenes de materiales altamente inflamables o espacios de almacenamiento de datos.
En contraste, otros rociadores pueden estar diseñados para activarse a temperaturas mucho más altas, como 93°C o más. Estos tipos de rociadores se utilizan en áreas industriales donde el calor ambiental suele ser elevado, como fábricas o plantas de energía, donde un sistema estándar podría activarse por un falso positivo.
La temperatura de activación de un sistema de rociadores no es arbitraria. Los ingenieros especializados seleccionan la temperatura con base en un análisis exhaustivo del entorno.
Por ejemplo, si un sistema se instala en una zona de producción industrial donde las temperaturas son habitualmente elevadas, es probable que se utilicen rociadores de alta temperatura para evitar activaciones innecesarias. Además, la calibración precisa de la temperatura asegura que el sistema sea lo suficientemente sensible como para responder a un incendio real, pero no tan sensible como para activarse por otras fuentes de calor. Esto es crucial en la seguridad industrial, ya que una activación accidental puede interrumpir operaciones, dañar equipos y generar costos adicionales en reparaciones.
Dependiendo del tipo de instalación y el riesgo de incendio, existen diferentes tipos de sistemas de rociadores contra incendios. Cada uno de estos sistemas tiene características específicas en cuanto a su activación y tipo de respuesta al calor.
Este es el tipo más común de sistema contra incendios. Se trata de un sistema que siempre tiene agua en las tuberías. Cuando el bulbo de cristal se rompe debido al calor, el agua fluye de inmediato, proporcionando una respuesta rápida al fuego. Es ideal para edificios comerciales y residenciales.
A diferencia de los sistemas húmedos, los sistemas secos no tienen agua en las tuberías hasta que se activa el sistema. En su lugar, las tuberías están llenas de aire presurizado o nitrógeno. Cuando se rompe el bulbo, el aire escapa y permite que el agua fluya desde una fuente externa. Este tipo de sistema es más común en áreas donde las temperaturas frías podrían congelar el agua en las tuberías, como en almacenes no climatizados o garajes.
Los sistemas de diluvio son utilizados en áreas de alto riesgo, como plantas químicas o depósitos de materiales inflamables. En este tipo de sistema, los rociadores están abiertos permanentemente y la liberación del agua es controlada por una válvula principal que se activa por sensores de calor o humo. Este sistema cubre grandes áreas y es ideal para situaciones donde un incendio podría expandirse rápidamente.
Los sistemas de pre-acción son una combinación de los sistemas secos y los de diluvio. Se utilizan en áreas donde se requiere una doble verificación antes de que el agua se libere, como en salas de servidores o museos donde un daño por agua podría ser devastador. Estos sistemas requieren la activación de dos eventos: un detector de humo o calor, y el rompimiento de un bulbo de rociador.
El mantenimiento regular de los sistemas contra incendios es esencial para garantizar su correcto funcionamiento en caso de emergencia. Las pruebas de funcionamiento deben realizarse periódicamente para asegurarse de que los componentes clave, como los rociadores, las tuberías y las válvulas, estén en buen estado. Las tuberías de sistemas preaislados HDPE, debido a su alta resistencia, suelen requerir menos mantenimiento que los sistemas tradicionales, pero igualmente deben ser inspeccionadas de manera rutinaria.
Además, es fundamental que el personal encargado de la seguridad contra incendios esté debidamente capacitado para reconocer cualquier señal de fallo en el sistema, como fugas o daños visibles en las tuberías.
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